Barcelona remonta frente al Sevilla y jugará la final de la Copa

Lo que funciona, no se toca. Un viejo axioma del fútbol que aplicó Koeman, que sí algo tiene es amor al Barça.

Deporte - Fútbol 04/03/2021 Redacción Redacción
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Alegría desbordada en el Barcelona . Foto: Josep Lago/AFP.

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El billete de los creyentes. De los luchadores. De los trabajadores. El billete de los que sudan, de los que corren, de los que ponen el corazón, el alma y la vida. El billete de la emoción, de la taquicardia, del límite. El billete del Barça, que disputó su quinta prórroga de la temporada y que culminó una remontada inolvidable tras levantar el 2-0 de la ida. 

Lo que funciona, no se toca. Un viejo axioma del fútbol que aplicó Koeman, que sí algo tiene es amor al Barça. El técnico holandés repitió el once y el sistema que le funcionaron de maravilla en el Pizjuán. Aprovechando la recuperación milagrosa de Pedri el Barcelona clonó el dispositivo y la formación, con Griezmann eternizándose en el banquillo. Todo lo contrario hizo Lopetegui, que revolucionó su alineación con seis cambios, empezando por una obligada en la portería. Bono estaba lesionado y fue relevado por Vaclík. Rakitic, Munir o Navas se convertían en suplentes.

El equipo andaluz trató de atosigar de entrada al Barcelona con una presión altísima en busca de un error que mandara al limbo pronto las esperanzas de remontada. Pero el Barça contestó con tino y personalidad para tocar la pelota con criterio, para salir con el balón jugado como gusta por estos lares y para hacer que el esférico se desplazara de un lado a otro con precisión y velocidad.

Apenas había comenzado la función y el Barça ya recortaba distancias en la eliminatoria. Bien temprano el conjunto de Koeman perforaba al Sevilla y se ponía a un gol de igualar el cruce.

Dest y Alba abrían el campo, Pedri, excelente, hacía bascular la pelota como los ángeles, Busquets no se complicaba la vida, Messi buscaba su momento y Piqué ordenaba a la defensa con gritos constantes.

¿Resistiría ese ritmo de alto voltaje el Barcelona? Era difícil que lo hiciera y le costó. Lopetegui metió naves nuevas y aparecieron Rakitic, Ocampos o Navas. Necesitaba algún refresco el Barcelona y Koeman decretó un cambio de sistema (4-3-3) con la entrada de Griezmann por Dest.

Salió el francés, como el champán, burbujeante y en su descorche abrió un balón a la banda por donde irrumpió Dembélé, que levantó la cabeza y centró al segundo palo. Por allí irrumpió Alba con un remate de volea, de estética preciosa, que se estampó en el larguero. Habría sido un gol de póster, un cuadro al óleo para recordar.

Pero no dio en la diana y poco después, en una contra sevillista, Ocampos, que puso mucho de su parte, cayó ante una entrada del impulsivo Mingueza dentro del área. El colegiado no lo dudó y decretó penalti. Quedaban 20 minutos y si el Sevilla marcaba la opción de remontada se esfumaba. Pero Ter Stegen blocó el lanzamiento de Ocampos y eso mantuvo al Barcelona conectado a la eliminatoria.

Koeman retiró a Mingueza, puso a Junior de lateral derecho y quemó sus últimos cartuchos con Trincão y Braithwaite porque había que arriesgar. El tiempo se acababa y el Barcelona se volcó como un poseso en un esfuerzo postrero. Pedri cazó un balón en el área pero la cedió a Messi, cuyo tiro fue taponado por un defensa. Se pidió mano pero no lo pareció. Sólo quedaba ir a la heróica, una acción a la desesperada para forzar la prórroga. Y Piqué se elevó a los cielos. Y Piqué cabeceó a la red. Y Piqué aprovechó un centro certero de Griezmann para meter el segundo en el minuto 93, para soñar, para seguir creyendo.

A la prórroga y con el Sevilla con diez porque justo antes del 2-0 Fernando vio la segunda amarilla. Como en Granada, el Barcelona había sobrevivido al límite para ganarse el derecho a jugar otra prórroga.

El Sevilla, tocado anímicamente, se pertrechó y el Barça fue a por todas en busca del billete antes de los penaltis. Pronto pondría la semifinal a su favor con otro testarazo, ahora en plancha, de Braithwaite, tras centro de Alba. Algarabía en el palco entre los candidatos presidenciales, invitados en la zona noble, y en Koeman, que volvió a estallar de euforia.

El Barça lo tenía muy cerquita y podía sentenciar porque el Sevilla debía abrirse. La polémica salió a pasear otra vez y los hispalenses reclamaron penalti por unas manos de Lenglet. El balón le golpeó en el brazo pero el árbitro y el VAR interpretaron que no era penalti. Los banquillos eran un Vietnam de protestas, Koeman y Lopetegui intercambiaban impresiones, y llovían las tarjetas.

Para añadir más agonía al encuentro Piqué se lastimó en la rodilla derecha en un giro y terminó el encuentro, cojo, como pudo porque no había posibilidad de hacer más cambios. Pero el Barça resistió de pie y se clasificó.

(Tomado de La Vanguardia)

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